jueves, 9 de abril de 2015

ADIÓS, LA TORTUGA… ADIÓS … POR AHORA.

Mi Ítaca-Tortuga, toca a su fin.
Nunca imaginé que podría recibir tanto bien en una experiencia de gratuidad como la que he vivido en estos meses en Haití. Mis necesidades y motivaciones ya las compartí en su día y se han visto superadas en todas sus expectativas. Lo agradezco en el alma y agradezco en particular a quienes lo han hecho posible que son muchos: José maría, Jesús Miguel, Martín, Anndy, Bouzi, Carlos, Antonio, Bob… pasando por cada una de las comunidades de Haití y de manera especial a la del Escolasticado de Puerto Príncipe y su Director, H. Alfonso.


He intentado vivir con sentido, intensidad, fuerza… He pretendido no vivir ajeno a la realidad ni de aquí en Haití ni del mundo. He vivido en clave de conversión personal y, sin duda, el ambiente me lo ha favorecido. He vivido el presente con intensidad. Me viene a la mente aquello, ya muy conocido, que se atribuye a Buda cuando le preguntaron qué le sorprendía más de la humanidad, y él respondió:
“Los hombres que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud; por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente; de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro; viven como si nunca fuesen a morir y mueren como si nunca hubiera vivido”

Da para mucha reflexión ¿verdad? ¡Pues sí!

Efectivamente he vivido con intensidad estos meses, sin preocuparme excesivamente por el mañana. Bueno, algún plan había hecho pero que se ha visto totalmente frustrado. Me había ocupado en mirar el futuro inmediato  pero en paz, sin agobios y sin dedicarle excesivo tiempo. Esos planes no respondía a la idea de John Lenon cuando decía: “la vida es lo que sucede mientras estás ocupado en hacer otros planes”. He vivido, sí, pero saboreando sin prisas cada momento… mirando al maravilloso mar… dejándome llevar por lo que Dios me decía en cada instante, dejándome interpelar por lo que su Palabra provocaba en mí… dejándome cuestionar por la vida de la gente de aquí… ¿Soñando? A veces sí y a veces no. Me gusta soñar, es bueno soñar… pero no he vivido esta experiencia como “ensoñación” sino con mucho realismo.

He vivido con poco y he disfrutado mucho. Me he reído, a veces también llorado. Me he emocionado, a veces también enfadado. He descansado, a veces también agotado… He disfrutado. Lo escribía el escritor suizo Jean Petit-Senn: “No lo que tenemos, sino lo que disfrutamos, constituye nuestra abundancia”. Bien cierto.




¿La lengua? Sin duda un condicionante. En todo caso quien acudió a La Tortuga fui yo, era yo quien debía adaptarse, respetar, asumir, insertarse… aprender, aunque sólo fueran las  palabras clave para una mínima relación. El Creol haitiano tiene su encanto y su dificultad.  El francés sirve pero ni siempre ni en todo. Sin embargo ni problema, ni justificación, ni impedimento para la acción, en todo caso limitación. Además, un poco de silencio a mi verborrea no venía mal. Lo dice proverbio chino: “Quien mucho sabe, no habla; quien mucho habla, no sabe”. El lenguaje de la mirada, el lenguaje del gesto y, sobre todo, el lenguaje del corazón son universales, son lenguajes comunes que, cuando hay sentido común, ayudan a lo fundamental: comunicarse en lo esencial.

La gente, sus rostros, su mirada… su hambre, de todo. Su sencillez, su sonrisa, su afecto, su acogida… sus alegrías y sus tristezas, sus retos…no han sido ajenos a mí. Dolor, impotencia ante el sufrimiento y consciencia de aquello que decía el doctor Viktor Frankl en sus días de reclusión en el campo de concentración: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontas ese sufrimiento”. Me hubiera gustado haber podido hacer mucho más, he experimentado muchas limitaciones, he sentido a veces rabia, a veces pena, a veces turbación… pero sé que en mis manos ni estaba la solución ni yo era un “redentor”, he vivido con la mayor actitud de colaboración en aquello que me era posible. Me he identificado e intentado aportar mi pequeño y humilde granito de arena. Eso sí, con mucha ilusión.

He aprendido de todo y de todos. Pero he necesitado vaciarme, sacudir mis prejuicios, superar actitudes permanentes que nada favorecían en mi “Ítaca-Tortuga” y abrirme a los cambios, a la realidad de aquí, superar mi europeizada visión… meterme en su piel y dejarme evangelizar. Otro proverbio chino dice: “Para poder beber un buen vino en una taza llena de té, primero hay que tirar el té, y después servir el buen vino”. ¿O no?


En definitiva: he sido feliz. Dios nos da la vida y la vocación para que seamos felices. José Luis Borges escribía desde su vivencia personal aquello de: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Habré cometido otros pero ese no ha sido mi pecado. He sido, soy, feliz. He vivido con buen humor incluso ante la adversidad. Me he sentido tocado, tocado en mi corazón. ¡Ojalá haya podido también tocar el corazón de otros! He vivido con optimismo, con sinceridad y confianza desde el interior y para el exterior.

¿Perfección? ¡No! Tentaciones, fallos, errores me han acompañado también. He intentado que no dificultaran ni la vida de la comunidad ni nuestro compromiso en la misión pero uno tiene su carácter, sus manías, sus vicios, sus limitaciones e incoherencias… y ello nos acompaña estemos dónde y cómo estemos. Sí, la actitud y el esfuerzo por superar han estado presentes, pero ya lo sabemos… “casi nunca por completo” como decía Juan de La Salle. De todas maneras nuestro antiguo alumno José Luis Martín Descalzo decía: “Pasarse la vida dándole vueltas a nuestros propios errores, es señal de un refinadísimo orgullo”. He practicado el perdón, a mí mismo también y recuperado la armonía en mi vida. Al menos la que necesitaba.

Eso sí. Hermano con mis Hermanos. No, no ha sido nuestra comunidad una comunidad perfecta pero si muy humana y fraterna. Seguramente hubiéramos podido desarrollar dinamismos comunitarios mucho más profundos pero me he sentido bien, he vivido con respeto, cercanía, acogida… por parte del resto de Hermanos e intentado que mi presencia sumara y no restara. A ellos mi agradecimiento más profundo. Sigue siendo válida la necesidad que nuestro fundador expresaba en su Meditación 39: “Rogad al Dios de los corazones, que del vuestro y del de vuestros Hermanos, forme uno solo en el de Jesús”.

Y nada más. Ahora una nueva misión, nuevos retos, nuevas experiencias, nuevas respuestas a nuevas necesidades… sin duda se me abre todo un mundo nuevo a descubrir. Por aquí lo seguiremos compartiendo de una u otra manera. En todo caso, con Haití en mi corazón, seguiré caminando dejándome “tocar” por lo nuevo que está llegando. Al fin y al cabo, y en palabras del papa Francisco: “la única herencia que nos ha dejado Jesús es ser servidores los unos de los otros”. ¿O no? ¡Pues sí!

Y como se dice aquí “Mèsi anpil”. “Muchas gracias”.


La Tortuga, 9 de abril de 2015

H. Rafa Matas

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