Mi Ítaca-Tortuga, toca a su fin.
Nunca imaginé que podría recibir tanto bien en una experiencia de
gratuidad como la que he vivido en estos meses en Haití. Mis necesidades y
motivaciones ya las compartí en su día y se han visto superadas en todas sus
expectativas. Lo agradezco en el alma y agradezco en particular a quienes lo
han hecho posible que son muchos: José maría, Jesús Miguel, Martín, Anndy,
Bouzi, Carlos, Antonio, Bob… pasando por cada una de las comunidades de Haití y
de manera especial a la del Escolasticado de Puerto Príncipe y su Director, H.
Alfonso.
He intentado vivir con sentido, intensidad, fuerza… He pretendido no
vivir ajeno a la realidad ni de aquí en Haití ni del mundo. He vivido en clave
de conversión personal y, sin duda, el ambiente me lo ha favorecido. He vivido
el presente con intensidad. Me viene a la mente aquello, ya muy conocido, que
se atribuye a Buda cuando le preguntaron qué le sorprendía más de la humanidad,
y él respondió:
“Los hombres que pierden la
salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud;
por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente; de tal forma que
acaban por no vivir ni el presente ni el futuro; viven como si nunca fuesen a
morir y mueren como si nunca hubiera vivido”
Da para mucha reflexión ¿verdad? ¡Pues sí!
Efectivamente he vivido con intensidad estos meses, sin preocuparme
excesivamente por el mañana. Bueno, algún plan había hecho pero que se ha visto
totalmente frustrado. Me había ocupado en mirar el futuro inmediato pero en paz, sin agobios y sin dedicarle
excesivo tiempo. Esos planes no respondía a la idea de John Lenon cuando decía:
“la vida es lo que sucede mientras estás
ocupado en hacer otros planes”. He vivido, sí, pero saboreando sin prisas
cada momento… mirando al maravilloso mar… dejándome llevar por lo que Dios me
decía en cada instante, dejándome interpelar por lo que su Palabra provocaba en
mí… dejándome cuestionar por la vida de la gente de aquí… ¿Soñando? A veces sí
y a veces no. Me gusta soñar, es bueno soñar… pero no he vivido esta experiencia
como “ensoñación” sino con mucho realismo.
He vivido con poco y he disfrutado mucho. Me he reído, a veces también
llorado. Me he emocionado, a veces también enfadado. He descansado, a veces
también agotado… He disfrutado. Lo escribía el escritor suizo Jean Petit-Senn: “No lo que tenemos, sino lo que disfrutamos,
constituye nuestra abundancia”. Bien cierto.
¿La lengua? Sin duda un condicionante. En todo caso quien acudió a La
Tortuga fui yo, era yo quien debía adaptarse, respetar, asumir, insertarse…
aprender, aunque sólo fueran las
palabras clave para una mínima relación. El Creol haitiano tiene su
encanto y su dificultad. El francés
sirve pero ni siempre ni en todo. Sin embargo ni problema, ni justificación, ni
impedimento para la acción, en todo caso limitación. Además, un poco de
silencio a mi verborrea no venía mal. Lo dice proverbio chino: “Quien mucho sabe, no habla; quien mucho
habla, no sabe”. El lenguaje de la mirada, el lenguaje del gesto y, sobre
todo, el lenguaje del corazón son universales, son lenguajes comunes que,
cuando hay sentido común, ayudan a lo fundamental: comunicarse en lo esencial.
La gente, sus rostros, su mirada… su hambre, de todo. Su sencillez, su
sonrisa, su afecto, su acogida… sus alegrías y sus tristezas, sus retos…no han
sido ajenos a mí. Dolor, impotencia ante el sufrimiento y consciencia de
aquello que decía el doctor Viktor Frankl en sus días de reclusión en el campo
de concentración: “Si no está en tus
manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la
actitud con la que afrontas ese sufrimiento”. Me hubiera gustado haber
podido hacer mucho más, he experimentado muchas limitaciones, he sentido a
veces rabia, a veces pena, a veces turbación… pero sé que en mis manos ni
estaba la solución ni yo era un “redentor”, he vivido con la mayor actitud de
colaboración en aquello que me era posible. Me he identificado e intentado
aportar mi pequeño y humilde granito de arena. Eso sí, con mucha ilusión.
He aprendido de todo y de todos. Pero he necesitado vaciarme, sacudir
mis prejuicios, superar actitudes permanentes que nada favorecían en mi
“Ítaca-Tortuga” y abrirme a los cambios, a la realidad de aquí, superar mi
europeizada visión… meterme en su piel y dejarme evangelizar. Otro proverbio
chino dice: “Para poder beber un buen
vino en una taza llena de té, primero hay que tirar el té, y después servir el
buen vino”. ¿O no?
En definitiva: he sido feliz. Dios nos da la vida y la vocación para
que seamos felices. José Luis Borges escribía desde su vivencia personal
aquello de: “He cometido el peor de los
pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz”. Habré cometido
otros pero ese no ha sido mi pecado. He sido, soy, feliz. He vivido con buen
humor incluso ante la adversidad. Me he sentido tocado, tocado en mi corazón.
¡Ojalá haya podido también tocar el corazón de otros! He vivido con optimismo,
con sinceridad y confianza desde el interior y para el exterior.
¿Perfección? ¡No! Tentaciones, fallos, errores me han acompañado
también. He intentado que no dificultaran ni la vida de la comunidad ni nuestro
compromiso en la misión pero uno tiene su carácter, sus manías, sus vicios, sus
limitaciones e incoherencias… y ello nos acompaña estemos dónde y cómo estemos.
Sí, la actitud y el esfuerzo por superar han estado presentes, pero ya lo
sabemos… “casi nunca por completo” como decía Juan de La Salle. De todas
maneras nuestro antiguo alumno José Luis Martín Descalzo decía: “Pasarse la vida dándole vueltas a nuestros
propios errores, es señal de un refinadísimo orgullo”. He practicado el
perdón, a mí mismo también y recuperado la armonía en mi vida. Al menos la que
necesitaba.
Eso sí. Hermano con mis Hermanos. No, no ha sido nuestra comunidad una
comunidad perfecta pero si muy humana y fraterna. Seguramente hubiéramos podido
desarrollar dinamismos comunitarios mucho más profundos pero me he sentido
bien, he vivido con respeto, cercanía, acogida… por parte del resto de Hermanos
e intentado que mi presencia sumara y no restara. A ellos mi agradecimiento más
profundo. Sigue siendo válida la necesidad que nuestro fundador expresaba en su
Meditación 39: “Rogad al Dios de los
corazones, que del vuestro y del de vuestros Hermanos, forme uno solo en el de
Jesús”.
Y nada más. Ahora una nueva misión, nuevos retos, nuevas experiencias,
nuevas respuestas a nuevas necesidades… sin duda se me abre todo un mundo nuevo
a descubrir. Por aquí lo seguiremos compartiendo de una u otra manera. En todo
caso, con Haití en mi corazón, seguiré caminando dejándome “tocar” por lo nuevo
que está llegando. Al fin y al cabo, y en palabras del papa Francisco: “la única herencia que nos ha dejado Jesús
es ser servidores los unos de los otros”. ¿O no? ¡Pues sí!
Y como se dice aquí “Mèsi anpil”. “Muchas gracias”.
La Tortuga, 9 de abril de 2015
H. Rafa Matas
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