Pretender ser lo que no somos.
Peor aún, a veces se nos exige ser quienes no somos. E incluso nos comparan y
ponen modelos de referencia… “tendrías que ser como…” “Mira a fulanito…”
“Aprende de sutanito…” y ¡No!
Somos lo que somos. Somos quienes somos. Pretender ser otro, nos produce esquizofrenia. ¿O no? Además tenemos demasiados modelos con los que compararnos… ¿Un poquito de uno, otro poquito de otro? Los medios, la sociedad (todavía no sé muy bien quién está detrás de ello), la misma escuela, la Iglesia, la familia, los amigos, el mundo deportivo, político… todos nos dicen “cómo deberíamos ser, cómo deberíamos actuar”… Mirar el mapa me produce vértigo. A veces ello nos conduce a aparentar ser lo que no somos, hacemos como si fuéramos… pero no somos ¡ni en la sombra!
¿Y si fuera simplemente yo?
¿Y si también me amara a mí mismo?
¿Y si me aceptara de una vez?
¿Y si no me preocupara tanto de aparentar?
¿Y si fuera perfecto en mi imperfección?
¿Y si…? ¡Y si!
Tener modelos referenciales ¿es malo? ¡No!
Tener inquietud en mejorarme ¿es malo? ¡No!
Tener deseos de superación ¿es malo? ¡No! Claro que no.
Pero no podemos vivir en una tensión continua de falsedad. Necesitamos
ser muy conscientes de quienes somos, de aceptarnos primero, de ser conscientes
de nuestra propia realidad… para afrontar con energía positiva aquellos
pequeños cambios que deberíamos introducir en nuestra propia vida. Mucha gente
que cae en depresión seguro que es porque quiere ser lo que no es.
Leo
Buscaglia escribe:
“Un día, los animales del bosque
se dieron cuenta de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros
volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la liebre era una estupenda
corredora, pero no volaba ni sabía nadar. Y así se analizaron todos. Decidieron,
por lo tanto, crear una escuela para mejorar el reino animal y enseñarse
mutuamente sus habilidades.
En la primera clase de cómo
corres más rápido, el conejo corrió de maravilla y se ganó el aplauso de todos.
En la clase de vuelo, subieron el conejo a la rama de un árbol y le dijeron:
“¡vuela conejo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala
suerte que se rompió dos de sus patas y no llegó al examen final.
El pájaro fue fantástico
haciendo acrobacias aéreas; sin embargo, le pidieron que escarbara como un
topo, y al intentarlo, se lastimó las alas y el pico, por lo que ya no pudo
seguir volando. Tampoco aprobó el curso”.
¿Y si enfocáramos toda nuestra energía en desarrollar nuestras
aptitudes y no la del vecino?
¿Y si, conscientes de nuestras debilidades, no nos comparáramos con
los que no las tienen?
¿Y si, al analizar nuestras fortalezas, no caemos en la tentación de
no sentirnos tan buenos como otros?
¿Y si nos llenáramos de optimismo? ¿Y si tuviéramos un poco más de esperanza? ¿Y si creyera un poco más en mi mismo?
De apariencias no se vive y si se vive, al caer, lo hacemos hasta lo
más profundo.
Aparentar es más de ignorantes que de sabios, a pesar de lo que se nos diga.
Ser quienes no somos, también.
¿Y si fuera simplemente yo? Sin más. Una persona con sus debilidades y
fortalezas, con sus aptitudes y limitaciones, con sus aciertos e incoherencias…
una persona sencilla que procura respetar, hacer el bien posible… y que se
propone pequeñas metas alcanzables, caminar paso a paso sin angustia, vivir con
intensidad cada momento del día, que crece tanto por fuera como por dentro, que
cree y lo comparte, que… una persona que al final…
¡Podría ser feliz!
Abrazos sostenidos y felicidad por ser quienes somos.
La Tortuga
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