Ante la triste noticia del asesinato de Ana Aibar de manos de su esposo, ambos antiguos alumnos de la Escuela de Paterna (Valencia) al igual que sus dos hijos, uno no sabe como reaccionar. Ningún consuelo que él luego también se quitará la vida.
Lo hizo justo el día 10. Fin de la quincena de sensibilización contra la Violencia de Género y Día de los Derechos Humanos. ¿Se puede estar más mal de la cabeza? ¿Se puede ser más cínico? ¡Cuánto dolor causado por este perturbado inhumano!
No me gusta ningún tipo de dolor. No me gusta que la gente suframos. Lo sé, es utópico, pero como tantas cosas. El dolor nos acompaña desde que nacemos hasta la misma muerte. Y por muchas pastillas... Todos pasamos por él en una u otra medida. Pero el dolor causado deliberadamente, ese no tiene nombre. ¡Cuánto debería amar este engendro a sus hijos!
El dolor es, normalmente, nuestro compañero de viaje, "en este valle de lágrimas" se decía en un tiempo... Al dolor le añado como compañero de camino la sombra de la muerte pues yo relaciono ambas realidades. Hoy me pregunto ¿Cómo afrontarlos? Pienso en los abuelos, padres de ambos... El H. Juan Antonio Martínez (Director de la Escuela) me escribía, entre otras cosas, lo siguiente: "Ciertamente, la complejidad y la dureza de la situación es indescriptible. Hace unos días, precisamente, en una oración con la Comunidad de San Benildo (también en Paterna), pedía por las mujeres de nuestro entorno que están sufriendo violencia. De hoy, era el día de autos, me quedo con el largo abrazo a un padre (el de Ana) roto por dentro".
En todo proceso de dolor y de duelo creo que hay etapas emocionales que son inevitables. De una u otra forma todos las pasamos. Con mayor o menor rapidez pero las hemos de pasar. Las que yo considero más importantes son la negación, la rebeldía, la frustración, la decepción e incluso la depresión. Todas ellas veo que nos llevan y nos ayudan a la única actitud "sabía" frente al dolor y a la muerte como es la actitud liberadora de la ACEPTACIÓN que requiere la lucidez y la humildad. No, no es fácil pero también irremediable. Tardamos más o menos pero al final no nos queda otra. Imagino que para la familia de Ana las cicatrices durarán años pero, necesariamente, tendrán y tendremos que asumirlo.
No me asusta decir que ante el dolor y la muerte "hemos de rendirnos" y cuanto antes mejor. No se de quién es la frase, si es que tiene autor conocido, pero me viene bien a mi reflexión de hoy: “el secreto de la serenidad es cooperar incondicionalmente con lo inevitable”.
Eso no tiene nada que ver con la indiferencia, la resignación , la claudicación...más bien, creo, que tiene que ver con el reconocimiento de lo que uno vive, de lo que hay. Si nos resistimos a aceptarlo lo único que hacemos es prolongarlo y con un peligro grave, convertiremos el dolor o el miedo a la muerte en "sufrimiento" y ¡ahí te quiero ver!
El sufrimiento tiene más que ver con nuestra propia identidad, nuestra manera de ser, de ver... que con el dolor mismo. Pero esto podría ser tema de reflexión para otro día. Una muerte, un dolor... duele pero no tiene porque hacernos sufrir a no ser que, refugiándonos en ellos en lugar de sanar sigamos metiendo el dedo... con el peligro de anulación, de necesidad continua de ser compadecidos etc... Esto no es aplicable para el caso que nos ocupa porque supera toda perspectiva, me refiero a "nuestros dolores cotidianos".
El dolor, la experiencia de la muerte "no soy yo". Yo soy mucho más. El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional, y siempre está provocado por nuestra mente. Retira la resistencia y cualquier historia mental, y el sufrimiento desaparecerá. Pero mientras no lo hagamos, lo estaremos retroalimentando, sosteniendo. Como dice Eckhart Tolle, “el sufrimiento es necesario hasta que te das cuenta de que es innecesario”.
Somos vulnerables, sin duda. Por eso necesitamos cuidarnos como personas. Por dentro y por fuera. No basta con ir al médico ante un síntoma de dolor para evitarlo, no basta con quejarnos del dolor cuando nos llega, no basta con tumbarnos en la cama... para seguir dando vueltas... Cuando nos dedicamos personalmente a cuidar nuestro cuerpo y nuestro espíritu, vemos y vivimos nuestra propia vulnerabilidad de otra manera. Por eso... No nos extrañemos que ante el dolor y la muerte, las personas reaccionemos de forma tan dispar... Incluso nos extrañan las reacciones de madurez... Y decimos ¡qué poco sensible es! ¡Parece que no le importaba ...! Y no. Simplemente es cuestión de tener cada cosa en su debido lugar.
Abrazos sostenidos y hoy no cabe felicidad. ¡Un beso Ana!
Isla de La Tortuga.
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