sábado, 6 de diciembre de 2014

¿ERES SABIO?... O SABIA...


Dice un proverbio chino, que de esto también entienden, que "el agua es demasiado pura no tiene peces", claro imagino que demasiado contaminada... Los mata. Pero no deja de ser sabio el proverbio y, desde luego, real. 

Nuestro caminar en la vida se nos hace duro en ocasiones, para algunos casi siempre. Sin duda, cargados con nuestras impurezas vamos sobreviviendo como podemos. Unos inconscientes de las mismas; otros, intentando sobrellevarlas y, algunos, trabajando su interior para intentar purificarlas... ¿Qué sería de nuestra vida si fuéramos "perfectos"? ¡Un aburrimiento! Pero ¿Qué es de la vida si no la cuidamos con cariño?

¿Me cuido? ¿Te cuidas?

En al Biblia encontramos la siguiente idea: "El corazón del hombre (y de la mujer) cambia su semblante, tanto para bien como para mal. Un semblante alegre refleja un corazón dichoso... Dichoso el que nada tiene que reprochares y mantiene firme su esperanza" (Ecclo 13, 25-14,2)

Pienso que, efectivamente, cuando en nuestro corazón anida la paz, todo nuestro cuerpo no sólo la refleja sino que la irradia, la contagia. La sabiduría, que no es "saber" más por saber... Sino conseguir esa paz interior, no exenta de impurezas... pero que no asfixian a "nuestros peces".

Más adelante, en el Eclesiástico, podemos seguir leyendo...

"Dichoso el hombre (y la mujer) que se dedica a la sabiduría y discurre con su inteligencia.
Dichoso el que medita sobre los caminos de la sabiduría y reflexiona sobre sus secretos;
...
En ella encontrará felicidad y una corona de alegría, y recibirá en herencia un nombre eterno..." (Ecclo 14, y 15)

Es verdad, todos somos santos, ¡pero todavía no!... Tenemos aún un sabio camino a recorrer. Y, como estamos en Adviento y es tiempo de parar, pensar un poco y rectificar en lo que podamos... Sondeemos nuestro corazón y veamos si nos limitamos a sobrevivir sin más, o si, por el contrario, estamos dispuestos a cultivar un poco más nuestro interior para conseguir esa sabiduría que nos ayuda a crecer por dentro y por fuera como personas que valen la pena; que saben luchar por sus ideas; que intentan superarse para no caer en la mayor contaminación que mata y asfixia; que, conscientes de sus limitaciones e incoherencias, intentan trabajarlas y superarlas en la medida de sus posibilidades; que, con la mayor sencillez del mundo, son capaces de apostar por lo que verdaderamente llena y da sentido... Sin orgullo, ni siquiera de ese que decimos "sano", sin altivez mirando por encima del hombro, sin pregonarlo a todo viento... Simplemente, siendo.

Esa unidad de mente y corazón, es posible y necesaria si queremos verdaderamente ser felices. Y  si así es... Nuestro rostro cambiará y se reflejará y contagiarás esperanza... Esa esperanza que es la virtud más propia del Adviento.

Y os dejo con una parte de esa joya Zen, un texto que siempre me ha gustado meditar... "Xin xin Ming" o un canto al corazón de la confianza", entre otras cosas dice: 

 “La confianza en la naturaleza de las cosas permite vivir en armonía con la Vía  y gozar libre de preocupaciones. Las cosas son lo que son, no lo que a ti te gustaría que fueran. Luchando contra la realidad agotas tu energía en vano y perturbas la paz original de tu corazón. Por supuesto, tu capacidad de transformar la realidad según tus aspiraciones forma parte también de la Vía, pero tus aspiraciones deben estar en armonía con la Vía, con el tiempo y las circunstancias.  El agua fluye libre de preocupaciones gozando de fluidez.  Cuando las circunstancias lo detienen, permanece quieta.  Cuando las circunstancias lo permiten, sigue fluyendo.  Pero siempre, sean cuales sean las circunstancias, confía en su propia naturaleza.  Cada ser posee la sabiduría innata, la gracia original. Cada ser cumple una función.   De la misma forma que los ríos terminan por desembocar siempre en el mar, todos los  seres  se encaminan consciente o inconscientemente hacia el océano del Pleno Despertar siguiendo su propia naturaleza”.

Abrazos sostenidos y mucha felicidad, por dentro.


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