En La Totuga celebramos los cumpleaños por todo lo alto. Ya lo visteis con el mío. Le ha tocado el turno al Director, Anndy Jean-Pierre, es su nombre completo. Le hemos tenido presente durante todo el día. Por supuesto comida especial con invitados de lujo: el Equipo de Dirección del Colegio. Me tocó hacer el "parlamento" y brindis. Todo un festorro.
PREPARANDO el FIN de SEMANA con el que concluimos el Tiempo de Navidad y volvemos al Tiempo Ordinario. Comparto el comentario al evangelio de Enrique Martínez.
Evangelio de
Marcos 1, 6b-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
¾ Detrás de mí viene el que puede más que
yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he
bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces, llegó Jesús desde Nazaret
de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el
cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
¾ Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
ANHELO Y PLENITUD
Las
primeras comunidades quieren marcar las diferencias entre Juan y Jesús. Por ese
motivo, ponen en boca del Bautista el contraste entre el “bautismo con agua” y
el “bautismo con Espíritu Santo”.
El
primero haría referencia a un rito simbólico, en el que se expresaría la
voluntad de la persona –sumergida y emergida del agua- de “nacer de nuevo”,
limpia y renovada. El segundo tiene un color de gratuidad y expresa la
comunicación de la misma vida divina por parte del Espíritu. Aquel simbolizaría
el anhelo de la persona y su afán de renovación; este otorgaría la Vida en
plenitud.
Más
allá de los contrastes que la mente establece, sobre todo en ambientes de
polémica donde se ponen en cuestión los intereses del ego, la realidad es que
todos somos, a la vez, anhelo y plenitud. O mejor, somos plenitud que percibimos como anhelo.
El
anhelo no es un mero deseo. Se trata del dinamismo
profundo que, reconocido o no, nos sostiene en todo momento y nos impulsa
hacia adelante: es el dinamismo de la Vida que, en último término, constituye
nuestra identidad. Al percibirlo y secundarlo, nos situamos ya en la dirección
adecuada. Pero la trampa consistiría en reducirnos a él y proyectar, en un
futuro imaginado, la plenitud que constituye su objeto.
La
verdad es que somos ya plenitud, que
se expresa en una forma concreta. Al
acallar la mente y poner atención, experimentamos que somos Vida, sin comienzo
ni final, habitada de un dinamismo no diferente de ella misma, por el se
despliega en infinidad de formas.
La
actitud sabia consiste, por tanto, en percibir el anhelo –aunque incluso en un
primer momento aparezca superficialmente bajo forma de ansiedad- como llamada a
nuestra fuente, invitación a “volver a casa”, reconocernos como Vida en plenitud.
Juan
Carlos Savater lo expresa con estas palabras: “Anterior a la idea de ser tal o cual persona, anterior a cualquier tipo
de razonamiento o pensamiento, hay una innata «certeza de ser». Una desnuda o
pura consciencia que es y sabe que es. Esta es siempre, no la mayor, sino
verdaderamente nuestra única e incuestionable certeza”.
Empezaba
hablando de diferencias y contrastes. También eso tiene su lugar en el mundo de
lo relativo (el mundo de las formas). Sin embargo, en el plano profundo, el cielo
siempre ha estado “rasgado”, la “paloma” creadora siempre ha estado aleteando y
en lo profundo de nuestro corazón siempre ha habido una voz que nos recordaba:
“Tú eres mi hijo/a amado/a”.
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