Es viernes, hay que preparar el fin de semana.
También "por dentro". Os dejo con el comentario habitual al evangelio del domingo. Una llamada a "mojarnos" a "comprometernos con..." a "seguir a..." junto con otros, SABIENDO QUE...
Evangelio de Marcos 1, 14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se
marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
¾ Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios:
Convertíos y creed la Buena Noticia.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a
Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en
el lago.
Jesús les dijo:
¾ Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago,
hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las
redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y
se marcharon con él.
******
EL REGALO QUE ENCIERRA
LA ACEPTACIÓN
Marcos
une dos cuestiones: el anuncio de la Buena Noticia y la llamada a los primeros
discípulos. Se trata, sin duda, de un relato estereotipado, provocado por el
interés del propio evangelista en unir, desde el principio mismo, la misión de
Jesús con la formación del grupo. No
parece comprensible que unos pescadores siguieran sin más a un desconocido.
El
anuncio con el que Jesús inicia su actividad pública sintetiza toda su misión:
no en vano son las primeras palabras que Marcos pone en su boca. Y ese anuncio
es una “buena noticia”: la buena noticia
de que todo aquello que “buscamos”, en realidad “está cerca”.
Decía,
en un comentario anterior, que la búsqueda constituye una adicción peligrosa en
cuanto la usamos como estratagema para escapar del momento presente. Si por
“Reino de Dios” entendemos –más allá de cualquier referencia histórica- la
plenitud anhelada, el mensaje de Jesús aparece radiante: la plenitud no se halla lejos ni fuera; es lo que ya somos. Y la
descubrimos cuando nos “convertimos”.
El
término “conversión” traduce el griego “meta-noia”
(más allá de la mente), que invita a “otro modo de ver”. Se trata de salir de
la perspectiva mental –separadora y proyectiva-, para adoptar aquel modo de
conocer (no-dual) que nos permite alinearnos
con lo Real, sin fracturas, distancias ni separaciones.
Si
el modelo mental se caracteriza por la resistencia a lo que es, expresada en
términos de “debería” ser de otro
modo, o “no debería” ser así, el
modelo no-dual se asienta en la aceptación
plena.
La
aceptación pone fin a la huida –de hecho, no existe otro antídoto frente a esa
trampa- y nos alinea con el momento presente, es decir, con la Vida, tal como
en este momento se manifiesta.
“¿Cómo deberíamos vivir? –se preguntaba la
beguina Matilde de Magdeburgo-. Vive
dándole la bienvenida a todo”. Y, como si respondiera a la misma pregunta,
otra beguina –ahora reconocida como santa y doctora de la Iglesia, Hildegard
von Bingen- explicaba: “Doy la bienvenida
a todas las criaturas del mundo con gracia”.
La aceptación profunda consiste en la rendición a lo que es, más allá de las
etiquetas con que nuestra mente lo nombre. Y esa es la condición para
alinearnos con la Vida y fluir con ella. ¿El motivo último? Porque, en nuestra
identidad profunda, no somos un remolino
separado, sino la propia agua que se despliega en tal variedad de formas.
Por eso, al
aceptar profundamente, descubrimos la plenitud que somos, constatamos que el
“Reino de Dios está cerca” y nos hacemos disponibles para que, a través
nuestro, pueda brotar y fluir la acción adecuada, una acción, por otra parte,
que estará marcada por la desapropiación y la compasión.
Abrazos sostenido y felicidades a los que aceptan lo que Dios les pide.
Aereopuerto de Miami.
LLEGANDO A MIAMI |
No hay comentarios:
Publicar un comentario