Comparto el comentario al Evangelio de domingo de Enrique Martínez.
Evangelio de
Juan 1, 35-42
En aquel tiempo estaba Juan con dos de
sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
¾ Este es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras
y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les preguntó:
¾ ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
¾ Rabí (que significa Maestro), ¿dónde
vives?
Él les dijo:
¾ Venid y lo veréis.
Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se
quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de
los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano
Simón y le dijo:
¾ Hemos encontrado al Mesías (que significa
Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó
mirando y le dijo:
¾ Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te
llamarás Cefas (que significa Pedro).
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BUSCADORES
El ser humano
ha sido definido como un “buscador”. Así lo entiende también el cuarto
evangelio. Y parece que todos empezamos desde ahí: buscando…
Al principio,
sin saber bien qué, buscamos “estar bien”, “sentirnos mejor”. Y proyectamos la
búsqueda “fuera”, en aquellos objetos, personas, títulos, ocupaciones…, que
percibimos podrían satisfacer nuestra sensación de carencia.
Antes o
después, la vida nos mostrará que nada de fuera es capaz de “completarnos”,
haciéndonos sospechar que tenemos que dirigir la mirada hacia nuestro interior.
La búsqueda solo acabará cuando lleguemos al
reconocimiento de nuestra verdadera identidad. Mientras estemos identificados
con el yo, nos percibiremos como seres carenciados y nos sentiremos compelidos
a una búsqueda ansiosa de aquello que supuestamente podría completarnos.
Cuando, por el contrario, nos reconocemos como plenitud –pura consciencia-, la
búsqueda cesa. Habremos descubierto que, como en un juego de espejos, el buscador es lo buscado.
No solo eso. Venimos
a descubrir que el buscador es un adicto
al futuro, es decir, a huir del
momento presente.
Cualquier
adicción nace del hecho de que percibimos el momento presente como
“incompleto”. Y buscamos, por todos los medios, escapar de él. Este
comportamiento nos introduce en una noria de insatisfacción y sufrimiento, de
la que no saldremos, paradójicamente, hasta que no abracemos el momento
presente tal como es.
Lo que
anhelamos no es la sustancia o la actividad, tampoco la huida a ninguna parte,
sino la aceptación profunda del momento
presente. La comunión que de verdad buscamos es la comunión con la Vida
misma. Lo que de verdad anhelamos es una
profunda intimidad con la experiencia del momento presente, la más profunda
aceptación de todo lo que aparece en nosotros.
Porque no
somos un ser carenciado e incompleto, sino la espaciosidad consciente y
perfecta, en la que todo ocurre, aparece y desaparece.
Como enseñara
Ramana Maharshi, “el único obstáculo a la
Realización es la creencia de no estar realizado”.
“Venid y lo veréis”, les dice Jesús a
aquellos dos buscadores. “Entrad”, venid a “Casa”, reconoceos en la Vida que
sois…; a partir de ahí, la Vida se seguirá desplegando, pero habréis dejado de
buscar.
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