"Palpamos la pared
como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de
noche; estamos en lugares oscuros como muertos"
Is 59,10
Me ha llamado muchísimo la atención la cara de
bondad de una señora ya mayor. Aquí, en La Tortuga. Es ciega. Seguramente, como
muchas personas de aquí, por cataratas. Sí, lo que en nuestra tierra es cosa de
unas horas… aquí es ceguera asegurada. Madame Teresa, es una de las mujeres que
la comunidad apoya mensualmente. Y no digo más. El domingo me senté en su mismo
banco pues no pierde ni una misa. Al dar la paz me dijo “la paix de notre Bon
Dieu, Fré Rafa”. Me impresionó. ¿Cómo sabía que era yo? ¿Por el olor? ¿Por el
tacto? Porque verme no me podía ver, seguro.
Me ha inspirado esta reflexión.
Reconocer que venimos de Dios exige ser capaces de
ver, de vivir con corazón sensible (que no con sensiblerías) y de tener los sentidos
abiertos.
Oído para escuchar a Dios y al hermano. Oídos para
que los clamores de nuestro entorno no pasen desapercibidos y encuentren en
nosotros un eco que les ayude a seguir caminando.
Pero el oído no es suficiente. Podemos oír y no
escuchar; o escuchar sin más... necesitamos que lo escuchado pase por nuestro
corazón de carne y de espíritu para que nos haga vibrar y nos empuje al
compromiso.
Ni el oído ni un corazón sensible son suficientes
para reconocer la acción de Dios en nosotros si no somos capaces de ver, si no
tenemos bien abiertos nuestros ojos, si estamos ciegos. Peor aún, libremente
ciegos. Si nos empeñamos en no querer creer y nos limitamos a decir "no
tengo fe".
José Saramago ya nos alertaba en su "Ensayo
sobre la ceguera" sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando
otros los perdieron", incluso se cuestiona si en un mundo de
"ciegos" cabe alguna esperanza. Claro que sí, la esperanza nos la da
el saber de dónde viene uno y hacia a dónde va.
Según la OMS, hay 285 millones de personas con
discapacidad visual de los cuales 1'4 millones son niños. Claro, la OMS no
puede controlar la peor de las cegueras. La ceguera del que no quiere ver, la
"ceguera espiritual". No será porque hoy no abunden posibilidades,
corrientes, medios... las cosas del espíritu preocupaban y ocupaban más hace
unos años.
Tengo un amigo, agnóstico dice él o no sé qué, le
encanta escaparse a lugares "espirituales", busca monasterios y
experiencias diferentes a su día a día. Me pregunto ¿Qué busca? Realmente qué
busco, qué buscamos... Le quiero, entre otras cosas, porque a pesar de todo
sigue buscando... y, a veces, llorando. Eso sí, sin que nadie le vea.
Desde mi propia experiencia, la "ceguera
espiritual" es la de quien mira pero no es capaz de ver. Siempre me ha
impresionado aquella idea de San Juan Bta. de La Salle cuando al hablar de la
fe nos invita a: "a no mirar nada sino con los ojos de la fe, a no
hacer nada sino con la mira en Dios, y a atribuirlo todo a Dios..." CT
11,1,2
Venimos de Dios y para experimentar nuestro origen
necesitamos mirar y para mirar, ver. A lo largo de mi vida ¡cuántas veces
viendo no he visto! Muchas veces he preferido hacerme el ciego para no mojarme,
para no buscar respuestas a mis miradas. O, lo que es peor, he preferido cerrar
los ojos creyendo que así, lo que veía se arreglaría por sí mismo... tiempo al
tiempo. He preferido mirar las cosas desde la óptica de lo que me era más
ventajoso y placentero huyendo de lo que va en contra de mí, de mis
intereses... huyendo de la vida en terreno de resurrección. Por eso coincido en
la afirmación de José Saramago al decir: "Pienso que todos estamos ciegos.
Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran".
Sin embargo, la misma luz haitiana me hace recordar,
sentir y ver que el deseo de Dios es todo lo contrario, es que vivamos en la
luz, que se caigan cuantos velos nos impiden ver y mirar y caminar y reconocer
al otro como hermano. Y si no, agudizar el
olfato, el tacto… como Madame Teresa……
Lo sé
por mí mismo y por lo que observo alrededor. Esto no es nada fácil. Ceguera
espiritual tuvieron los mismos discípulos y esto que "le veían y le
tocaban". Ceguera espiritual tuvo el mismo Nicolás Vuyart cuando se dejó
llevar de... Pienso que muchos conflictos que vivimos son porque Dios desea
llevarnos un poco más adelante en el camino. Ocurre que muchas veces las
percibimos como "agresiones" y no como medios para ensanchar nuestro
horizonte espiritual.
Si mantengo mi ceguera, es imposible que pueda
responder al mensaje evangélico. Mi "Ítaca - Tortuga" debe llevarme
al arrepentimiento y a la fe y a la luz para llegar a verle "cara a
cara", también a través de mis hermanos. Se trata, pues, de hacerse “a
la mar sin velos ni remos” según nos dice San Juan Bta. De La Salle en su
Meditación 134,1,2
Hoy siento la necesidad de hacer eco en mí aquella
experiencia del ciego de Jericó: “¿Qué quieres que te haga?” “Señor, que reciba la vista”. (Lucas 18,41) justamente
así terminaba mi reflexión del pasado mes de enero. Y pedir por Madame Teresa y
por quienes le guían en su alrededor.
Venimos de Ti, Señor. Ayúdame a mirarte y a mirar al
mundo, a las personas... con tu mirada. Pronto llega la Cuaresma, por tanto,
buen tiempo para cambiar la mirada, para reflexionar en las “enfermedades” que
nos ciegan y que tan acertadamente nos compartió el Papa Francisco en
Diciembre.
Para PENSAR
· ¿Eres de los que "viendo" prefieren no
ver?
· ¿Educas en la fe desde la palabra y desde el
testimonio?
· ¿Está tu fe encarnada en la vida o es pura
racionalidad o puro afecto?
Para ORAR
"FE"
Soñar, esperar, ver
tocar, cantar, dar, descubrir.
Eso es creer.
Soñar
que el sueño es posible.
Esperar
que se haga de día.
Ver
más allá de mí mismo.
Tocar
y sentir al hermano.
Cantar
y contagiar alegría.
Dar
y construir armonía.
Descubrir
y ver el misterio.
Eso es creer.
“Hacerse
a la mar
sin
velas ni remos”
tú mirada, tu luz,
tu gozo, tu entrega,
Dame tu FE.
¡Y que VEA!
H.
Rafa Matas
Tijuana
(México) Febrero 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario