¿Cuántas veces hemos cantado aquello de "la muerte no es el final del camino...? Este himno de los Legionarios que, en su caso, les "debía animar mucho". Pues no, claro que no es el final del camino sino, más bien, el principio de otro.
Noviembre siempre me huele a difuntos. Es curioso. Y mañana comienza Noviembre.
Me han llamado la atención en La Tortuga los cementerios. Tumbas en alto y pintadas con el color habitual de aquí, celeste. Aquí casi todo es celeste. Por eso se confunde mar, tierra y cielo.
Relacionamos la muerte con la oscuridad, con el fin de..., con la tristeza, el dolor... a veces con el desconsuelo. No es para menos. Todos tenemos experiencia de ese vacío que dejan quienes queremos y ya han partido. Incluso conocemos personas que han sufrido la muerte de seres muy queridos en temprana edad. Al menos yo sí y unos cuantos. Y vemos las diferentes reacciones que ante hechos parecidos, tenemos los humanos.
He vivido la muerte de mis padres, de algunos amigos y de ya unos cuantos antiguos alumnos. He vivido la muerte de muchos Hermanos de La Salle en la que me ha correspondido la no fácil tarea de hacer la homilía en el día de su funeral. No hablo por la boca de otros, sino desde mi propia experiencia. Algún amigo ah llegado a decirme ¡qué frío eres!. Pues no, nada de frío. Cada uno sabe como vive en su interior el momento. Pero sí es cuestión de fe.
Jesús nos dice: "que no tiemble vuestro corazón, creed en Dios y también en mí". Se lo dice a la comunidad joánica que sufría persecución, divisiones y muerte. Pero nos lo dice a cada uno de nosotros. Jesús lo dice sabiendo lo que le iba a ocurrir, su propia muerte y, por cierto, nada agradable. Jesús ante la muerte hace una llamada de confianza en Dios. "Cuando vaya y os prepare sitio... para que dónde esté yo estéis también vosotros".
El incrédulo de Tomás vuelve a la carga: "¿... no sabemos a dónde vas... cómo podemos saber el camino?". Cualquiera diría que, después de tanto tiempo, seguía sin conocer a Jesús o le costaba reconocerle como Dios. Algo parecido a nosotros. Sin embargo Jesús da la respuesta: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".
Sin duda en Juan 14,1-6 tenemos una clave fundamental. Si seguimos a Jesús, claro está. Si su camino no es nuestro camino, si su vida nada tiene que ver con la nuestra y su verdad ni roza nuestra verdad... es lógico que nos asuste la muerte, nos aflija y desconsuele.
Pienso que, en el fondo, nos da más miedo la luz que la oscuridad: y es precisamente ese miedo el que nos impide hacer nuestras las palabras de Jesús y dar respuesta a nuestros sueños de vida.
Miedos a... también a la muerte. En mi vida hay varias experiencias que me han impresionado al respecto, las comparto por orden de fallecimiento:
Primero, y perdonad la personalización pero como es mi blog, es la de mi padre. Jutno a mi madre siempre estuvieron genialmente atendidos en la Residencia de Pont d'Inca cosa que nunca podré pagar a los Hermanos. Al tema, era medianoche y mi padre se sintió mal. Mi madre llamó a la enfermera, vio a mi padre y decidió llamar al H. Matías del Pozo (enfermero jefe en aquel entonces) y llevarlo al hospital. Al irse, le dio un beso a mi madre y le dijo: ¡Adéu, Catalina, ens veurem en el cel! (Adiós Catalina nos encontraremos en el cielo) mi madre no le dio mayor importancia. Al cabo de muy pocas horas moría. Él sabía perfectamente que había llegado su momento y lo vivió con enorme serenidad.
Segundo: el H. Paco Contreras, nuestro querido burgalés "Paquito", siempre tan sencillo y cercano pasó sus últimas semanas en el Hospital de Son Espases en palma de Mallorca. Todos los que pudimos pasar por su habitación nos impresionó su fe, su paz y su última oración en voz alta: "Aquí te ofrezco, Señor, la vela de mi vida encendida, para que soples cuando Tú creas necesario o conveniente". Amén ¿Se puede pedir algo más?
Tercero, el H. Eulogio Bravo. A mí me marco una imagen que sigo manteniendo en mi corazón. Ya en su fase terminal, fui a saludarle en Pont d?inca y él estaba rezando el rosario con otros Hermanos enfermos en la enfermería. Su cara, la expresión de su rostro... su mirada, saludando con las cejas en alto... tenían una luz especial. La luz que da el asumir el final d una vida con fe. "Mañico que sea cuando Dios diga". Como diría mi querido Bonaventura, con su exagerada y benevolente expresión. ¡Un santo!.
Cuarta, y última experiencia, para mí de las más duras de mi vida fue en Guinea Ecuatorial. Terminamos de celebrar en nuestra casa el año nuevo junto a otros Religiosos y Religiosas como era costumbre. 21 de ellos regresaban a Malabo (la capital) en el aviocar del ejército español. Después de comer, les dejamos en el aeropuerto. Y al regresar vemos como el avión se estrella en el mar. Todos muertos. Sólo se salvó un Claretiano catalán que, estando sentado le pidieron el favor de bajar para que pudiera volar el Ministro de Educación. Obvio decir que también murió. Me impresionó verle rezar el rosario delante de cada ataúd en la morgue una vez que fuimos recogiendo y colocando en los ataúdes los restos de nuestros amigos y amigas, tarea que duró casi una semana. Los ojos cerrados y pensando "aquí estaría yo", lo decían todo.
¿Miedo a morir? ¡Sí! La muerte siempre nos desconcierta, rompe algo de nosotros. Nos cuestiona... no te has preguntado alguna vez ¿qué va a ser de mí, de todos nosotros? ¿En qué van a quedar todos nuestros esfuerzos, nuestros sacrificios, nuestras luchas, anhelos y esperanzas? San Juan Bautista de La Salle en su primera meditación escribe: "Quien ignora la duración de su vida, no debe descuidarse en emplear los medios necesarios para lograr su salvación" (Med 1,1) Pues de eso se trata, de entender que "nadie va al Padre sino por mí", y ese Dios que es amor es también quien nos da La Paz y serenidad de saber que "si hemos quedado incorporados a Él por una muerte semejante a la suya, ciertamente también lo estaremos por una resurrección semejante" (Rom 6,5).
Y como ya he escrito sobre muertos, termino haciéndolo sobre vivos que todavía lo estamos, al menos quien me esté ahora leyendo.
¿De qué se trata?
De no temer a la muerte y de vivir la vida con sentido. A veces lo que nos guía en la vida es el sinsentido, el no saber porqué hacemos, decidimos, actuamos... el dejarnos llevar por el "siempre ha sido así" y nos cuestionarnos si podría ser de otra manera, de pensar en clave de "nosotros" y no sólo en "mí", el optar por la vida y no por la muerte (egoísmo, orgullo, falsedad...) , el cuidar un poco más nuestro interior, nuestra dimensión espiritual (que la barriga ya la cuidamos), estos son unos entre otros, los medios a los que nos invita La Salle. En definitiva a ser prudentes porque "el prudente sube el empinado camino que conduce a la vida" (Proverbios 15,24).
Amigos. Un pensamiento por nuestros difuntos. Seres queridos que siguen incorporados en nuestro pensamiento y corazón. Todos somos santos pero todavía no. Los que estamos aquí hemos de seguir caminando. Optemos por hacerlo desde la confianza, la fe, la esperanza y el servicio desinteresado en la medida de nuestras posibilidades pero no pongamos nosotros los límites.
Feliz día de los Difuntos y feliz día de Todos los Santos. Y en honor a todos ellos, ni mañana ni el domingo habrá blog. Para mí será tiempo de silencio, retiro personal. Me uniré a ellos y pediré por todos vosotros. Si vamos al Cementerio, hagámosle en clave de Vida, de Resurrección.
A ser felices y seamos buenos si podemos.
Abrazo sostenido.
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