Llevamos días. La Iglesia de Mallorca encabeza la "tolerancia cero" respecto a abusos, pederastias y demás... El Obispo Salinas está siendo implacable, como no puede ser de otra manera, en una Iglesia que desde Benedicto XVI ha tomado, y ya era hora, las riendas del tema. No, no es la Iglesia el único lugar ni el más habitual. Por desgracia otras instituciones como la misma familia, la escuela... y el auge de internet se llevan la palma pero ello no justifica a nuestra Iglesia en la que tenemos una responsabilidad ineludible de testimonio evangélico.
Se ha escrito mucho en la prensa especialmente la Balear como es lógico. Ya lo sabemos los medios son los medios y los hay de todas clases. Serios, veraces... y sensacionalistas, morbosos... De todo lo que he leído, y creo que he leído casi todo, me quedo sin duda con el Diario de Mallorca (DM). Serio, comprometido, equilibrado y respetuoso en su información, huye del morbo y de aquello que no aporta más que sensacionalismo. Es verdad, en algún momento lo he percibido contradictoria en su línea editorial especialmente en una artículo de Jordá pero bueno, libertad de expresión. Sin embargo considero que está haciendo un buen trabajo informativo que ayuda a esclarecer y nos ayuda, como Iglesia, a reflexionar profundamente de cara a nuestro pasado, presente y futuro. Duele, me duele pero hemos de ser capaces de aprender y desaprender, de pedir perdón y perdonar, de analizar y rectificar, de reconocer y agradecer, de valorar y apoyar a los periodistas serios que con su profesionalidad contribuyen a nuestro discernimiento.
Lo técnico lo dejamos para los profesionales. Psiquiatras, psicólogos, juristas, jueces... la misma policía y guardia civil... el mismo tribunal eclesiástico. Lo cierto es que cuanto antes se vayan cerrando los casos y esclareciendo los hechos, antes respiraremos todos y de manera especial las víctimas. Ni acuso ni defiendo, me interrogo y me comprometo y rezo... porque todo es necesario.
De los artículos que he podido leer me quedo con el que hoy mismo aparece en el Diario de Mallorca. Sobran mis palabras. Me identifico con él y por eso lo comparto para que contribuya también a tu reflexión personal.
Sermones contra el código penal
12.03.2015 | 12:25
El Obispo de Mallorca ha ordenado silencio a los clérigos mientras se investigan los casos de presuntos abusos sexuales a menores y jóvenes en el seno de la iglesia. Bien hecho. Eso nos ahorrará escuchar a quienes sitúan sus acciones y sus devociones por encima de la ley.
Pilar Garcés
Confieso mi perplejidad al leer sobre el sermón que el domingo pasado pronunció en la misa de Lluc el delegado de la Congregación de los Sagrados Corazones, Josep Amengual. "No somos nadie para juzgarle. Digan lo que digan los tribunales, y aunque lo respetaremos, no son palabras de Dios, son palabras humanas", dijo. Se refería a su compañero Antoni Vallespir, hasta la semana pasada prior del santuario, denunciado ante el tribunal eclesiástico de Mallorca por un antiguo blauet a cuenta de presuntos abusos sexuales sufridos en su infancia. Entre el respaldo a un amigo por el que pondrías la mano en el fuego y la reclamación de vivir al margen de la ley media un abismo al que no debería asomarse el pueblo de Dios. El púlpito es el lugar desde el que la Iglesia envía sus mensajes y da lecciones de vida. Hay una clara contradicción entre la rapidez de actuación del Obispo Javier Salinas al apartar drásticamente a Vallespir de sus tareas hasta que se esclarezca el caso, cumpliendo las muy explícitas órdenes del papa Francisco en su cruzada contra la pederastia, y lo que luego predican los curas en las iglesias, por no mencionar el ejemplo que dan algunos. "¿Qué clase de democracia es esta?", se preguntaba un Amengual escandalizado. Una democracia laica, aunque menos de lo que nos gustaría, obligada a proteger a sus ciudadanos más indefensos, y también escandalizada por la profusión de clérigos investigados por posible corrupción de los menores a quienes deben cuidar y formar. Es más probable que Dios se pronuncie a través de algunas sentencias humanas que por según qué bocas.
Lluc es símbolo del catolicismo mallorquín, y las voces blancas de su coro de niños representan la belleza de lo que siempre se ha de preservar, como iglesia y como sociedad: la inocencia, el derecho a una infancia feliz y despreocupada. No hubo en la misa dominical palabras de amor hacia la posible víctima y su particular infierno. Un par de días antes, en la eucaristía de sa Pobla los fieles prorrumpieron en aplausos hacia su rector, Joan Pons, denunciado ante la Guardia Civil por posibles abusos sexuales a un joven exmonaguillo. "Quieren que pisemos el calvario sin saber que el calvario es lo mas cerca que estaremos del cielo", reflexionó el párroco ante un público entregado. Ese desparpajo me suena. El cura de Can Picafort, Pere Barceló, lo ha estado mostrando a lo largo de todo un proceso que ha acabado con su procesamiento anteayer por haber violado supuestamente en una decena de ocasiones a una cría de diez años. La teoría de la manzana podrida en el cesto se empieza a quedar muy corta.
El tiempo juega en contra de los menores abusados, pues cuando consiguen las fuerzas para verbalizar su sufrimiento ya no hay pruebas, ni testigos que les apoyen y los casos prescriben, como ha ocurrido con los religiosos de Granada a los que el propio Papa ordenó investigar, y que se han librado por la campana. Por desgracia, ellos sí que deberán rendir cuentas únicamente en ese otro juicio que predican, pero dudo que se crean a tenor de sus tremendos pecados mortales. Deberían doler todos los niños, los que sufrieron hace dos décadas, los del año pasado y los de hoy. Pero mientras el pueblo de Dios no reaccione con asco ante la mera posibilidad de ataques a la integridad infantil, y colabore como mínimo mostrando cautela ante los presuntos agresores, en vez de aplaudirles, la lucha seguirá resultando ardua y dolorosa para los pequeños mártires.
Abrazos sostenidos sin felicidad posible ante esta realidad.
Puerto Príncipe.
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